jueves, 25 de julio de 2013

El Curro Pablin

El Curro Pablin


Los arrieros de Jesús María, leñadores y carboneros bajaban Arriando sus burros que fatigados, bestias y hombres, llegaban desde más arriba de San Isidro, arriba de la cuesta empinadísima. Ya llegando al pueblo su paso obligado era por el costado sur del “camposanto” y ya por el cansancio de los burros y de los arrieros, éstos azotaban de más a los pobres  animales, más por el miedo del  susodicho arriero que de noche tenían que pasar por el lugar.


Sucedía que entre las tumbas del panteón asistía un pintoresco y extraño personaje conocido en el pueblo y la región como “El Curro Pablin”, que vestía invariablemente de negro un traje raído y maltratado por el uso y cuyas actividades eran visitar los hogares de los difuntos al ser contratado por los deudos para amortajarlos, rezarles sus rosarios y cantarles sus alabanzas.


Algunas veces ya en el panteón, al realizar sus labores cotidianas el tiempo se le venía encima, de tal manera que la oscuridad empezaba a imperar en el lugar. En esa hora pasó algún arriero que azotando sus burros, los hacía pujar de dolor y al arriero apresurar el paso por el miedo de pasar por el panteón y su prisa por llegar  a su casa; de tal suerte, que El Curro Pablin al escuchar  aquella situación, enfático le gritó al arriero:

- ¡Ingrato, deja esos pobres animales!,
 - ¡no los maltrates!,
 - ¡vienen cargados y cansados!,
- ¡no seas bruto!

Como nuestro personaje no se encontraba a la vista, además de que la oscuridad era imperante, todo aunado al paso por el panteón, el arriero pensaba que le hablaban los muertos, apuraba mas la azotaina  y seguramente llegaba a su casa muy asustado por la experiencia vivida a su paso por el cementerio y pidiéndole a su esposa una persignada con un huevo y un jarro de té de Ixtafiate.


Mientras que “El Curro Pablin”, seguía con su rutina diaria ayudando a los muertos a bien morir, indiferente al susto que daba a los pobres arrieros que su mala suerte y su necesidad  los  hacía pasar por el lugar.


Profr. J. Natividad Martínez  González